Como botón de muestra os traigo a la terracita un pasaje de esta bella obra cargada de emoción sobre la importancia del lenguaje en el desarrollo del niño, del hombre. Disfrutad de la lectura.
Las letras, el alfabeto, la escala de las
vocales, el niño, a la sombra de la madre,
pájaro ligero por el árbol de la gramática.
Salta, va, viene, se equivoca de rama, vuelve
a saltar, dice la a, la e, ríe con la i, se asusta
con la u, vive.
Por ahí empieza la historia, hijo, empieza
la cultura, el mundo de los hombres, ese
juego largo que hemos inventado para apla-
zar la muerte. Las letras, insectos simpáticos
y tenaces, juegan contigo como hormigas
difíciles. Éstas empezando a pulsar la le-
tras, las teclas de un piano que resuena en
cinco o diez mil años de historia.
Cada letra tiene un eco de lenguajes pa-
sados, de idiomas milenarios, que tú des-
piertas inocentemente, como cantando den-
tro de una catacumba. Eres paleontólogo
ingenuo de nuestro mundo de jeroglíficos.
Somos tus antepasados remotos, esfinges
Egipcias, dioses griegos, estatuas etruscas,
dialectos nubios. Me siento ─ay─ más
del lado de la Antigüedad que del lado de
tu vida reciente. Se me incorpora una cul-
tura de siglos que contempla impávida, fó-
sil, tu pajareo alegre por sobre las losas del
pasado. Cada letra es una losa que pisas,
cada palabra es tu tumba. Estás jugando
en el cementerio, como los niños de aquella
película, porque las palabras son cadáveres,
enterramientos, embalsamamientos de cosas.
Tú, que eres todavía el reino fresco de las
cosas, te internas ahora, sin saberlo, en el
reino sombrío de las palabras, de los signos.
Pero los signos y las palabras, para ti,
también son cosas, porque estás saludable
de realidad, y juegas con las letras como con
insectos o guijarros. No sé si vale la pena
arrancarte del mundo de las cosas. No sé si
vas a perdurar en el mundo de las ideas ni
en ningún mundo, hijo, pero asisto, dolori-
do y consternado, a ese cruce de fronteras,
a esa confluencia de atrios que atraviesas
alegremente, de la mano de la madre.
Vienes del pájaro y vas a la catacumba.
vienes de la hortaliza y vas al concepto. No
sabes, hijo, cuánto cuesta, luego, volver a
reconquistar las cosas, que el idioma sea
otra vez voluptuosidad, descubrimiento,
fruta, y no diccionario. Es un largo camino
de vuelta el que inicias ahora. ¿Vas a tener
tiempo de recorrerlo?
Quisiera hacer yo contigo ese camino,
hijo. No podremos ni tú ni yo, seguramen-
te. No vamos a sobrevivir ninguno de los
dos, quizá; tú por prematuro y yo por tar-
dío. Me alegra, me entristece, me duele, me
desconcierta verte jugar con fuego, con el
fuego apagado y triste de las palabras, que
en tus manos y en tu voz vuelve a ser res-
plandor, llama, alegría, quemazón, locura,
canto.
Mi a no es tu a. Mi a es lúgubre y sabia.
tu a es una nota de luz en tu paladar, en el
paladar claro del mundo. Qué juego de lu-
ces y sombras. A veces el idioma se cierne
sobre ti y me asusto. A veces echas tú sobre
él un desconcierto alegre de juego. Qué
miedo, qué alegría, qué susto, qué tristeza,
verte aprender las letras.
Francisco Umbral.
Yo le robé a Salinas, a quien entonces leía mucho, estos
dos endecasílabos esenciales para titular un libro crucial,
Mortal y rosa.
“Esta corporeidad mortal y rosa / donde el amor inventa su infinito”.
2 comentarios:
MP ya puse tanto como polémica y la de cine ya pondré otra que no me causa tanta efusividad. Por cierto echan Pulp Fiction en Cuatro, así la recordarías, que fantástico film.
PS: Me llamo Mulo y hablando no podrás salvar tu culo (i´m sorry).
Gracias por el apunte. Se me pasó. Un saludo.
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