miércoles, 29 de abril de 2009

Una a la gallega...



Y por petición “popular”, aquí dejo un pequeño fragmento de un, por qué no, posible encuentro con….La Santa Compaña…..uhhhhh


A pesar de no ser exclusiva de Galicia, es una de las leyendas más arraigadas de dicha comunidad, con múltiples variaciones en función de la tradición de cada zona. En esencia, la Santa Compaña es una comitiva de almas en pena, envueltos en sudarios y formando dos hileras. Cada fantasma porta una vela encendida, dejando un olor a cera, y levantando viento a su paso.

La procesión va encabezada por un vivo portador de una cruz y un caldero con agua bendita, condenado a vagar noche tras noche hasta que muera, o hasta que encuentre un sustituto mortal al cual encomendar esta misión. Para librarse de esta obligación, la persona que vea pasar la Santa Compaña debe trazar un círculo en el suelo y entrar en él o bien acostarse boca abajo.

La Santa Compaña es considerada anunciadora de la muerte…..


Ahí va:


“La noche ya se cernía sobre los árboles más altos del bosque, por tanto la oscuridad en el sendero era considerable. Como el olor húmedo de los helechos y del barro bajo las hojas caídas, rojas y resbaladizas. Se habían callado los pájaros diurnos, pero los nocturnos aún estaban en silencio. Por tanto era un silencio que se oía como un amortiguado zumbido, grave y lejano. Muy lejano...

Se llevó un par de moras a la boca. Las últimas porque en el instante de masticarlas dejó de ser visible la zarza. Sólo por algunos instantes. Era una noche clara, con la luna creciente extraordinariamente nítida y perfilada. Pero aún estaba baja en el cielo y todavía no iluminaba el sendero, aunque sí que había en el bosque una claridad lechosa y un aire denso de despertar confuso.

Y de repente un intenso olor a velas le envolvió la nariz, en una ráfaga de viento del oeste. Y una claridad inusual y blanquecina empezó a moverse entre los árboles a su izquierda. Moviéndose hacia el sendero. Hacia él...

Le pilló de improviso el temor que le provocó el silencio, recorriendo zigzagueante por el interior de su cuerpo. Entonces la vio. Sólo unos segundos. El tiempo que tardó en reaccionar y tumbarse en el suelo, con la boca rozando el barro y la hierba del sendero, que le resultaron fríos y a contrapelo.

Allí, viendo el reflejo de la luz de las velas barriendo el suelo ante él, volvió a ver mentalmente al panadero del pueblo llevando una cruz y un recipiente de metal y detrás un par de filas de seres con túnicas blancas unas, negras otras, moviéndose lentamente dentro de un capullo luminoso de luz blanca irregular y brillante.

Sintió un roce suave en el pelo de la coronilla y creyó volverse loco de la impresión, porque su respiración pareció detenerse unos imposibles minutos. Luego, como si nunca hubiera dejado de respirar, sus sensaciones se volcaron en la difusa impresión de la mano de un ángel triste. Esas dos palabras juntas le resultaron tremendamente perturbadoras. ¿No estaban siempre contentos los ángeles cumpliendo las órdenes divinas?. Él mismo se respondió que no. Si eran sabios la realización de las manifestaciones divinas serían aceptadas de forma tan inevitable como la lluvia. Si eran un puente entre dioses y humanos, algunas materializaciones les producirían tristeza. Y en este caso lo triste estaba dentro de ese vagar perpetuo, porque vagar no es buscar, sino moverse sin dirección ni sentido.

El roce fue fugaz, pero con una carga cristalina, y por ello enigmática, de algo implacable. Y, curiosamente, dejó de sentir miedo. Incluso estuvo tentado de levantarse del suelo antes de que desapareciera el brillo de la comitiva entre los árboles, al otro lado del sendero. Cuando estaba a punto de levantar la cabeza, el recuerdo de la encrucijada vital en la que se encontraba le golpeó con la presencia de una revelación insoslayable.

Curiosamente, allí tumbado, aspirando el penetrante olor a tierra mojada y hojas pudriéndose, le pareció todo muy sencillo, como si sólo tuviera que entregarse a la acción sin pensar en sus consecuencias. Aunque eso sonara insensato. Claro que aquella comitiva, de la que había oído hablar lejanamente, tampoco era sensata. O quizás sí. Puede que contuviera en su interior, como un regalo sin abrir, una extraña lógica propia a la que no podía accederse sólo desde lo irracional. Sino usando lo racional sobre premisas irracionales. Sobre lo desconocido...

Perdió la noción del tiempo. Tan pronto le parecía que sólo llevaba un par de minutos tumbado bocabajo, sobre la tierra blanda, como la sensación de llevar horas y estar cada vez más aterido por el fresco punzante de la noche de otoño.

Todo, incluso sus manos extendidas ante él, estaba cubierto por una luz crepuscular que no se correspondía con la noche de luna creciente. Empezó a sudar, pero no se atrevía a moverse, ni siquiera a oscilar levemente un dedo de la mano. Y una gruesa gota le resbaló desde la frente por toda la mejilla hasta caer sobre la tierra oscura.

Luego empezó un desfile de imágenes muy intensas y aparentemente desligadas. La palidez y el progresivo adelgazamiento del panadero. Ojos abismales de espíritus sin nombre que jamás habían sido humanos. Zonas entre mundos donde se vagaba entre sombras. Flechas luminosas indicando una dirección, flechas entregadas y febriles. Seres vivos y extraños pululando por el bosque entero. Música hipnótica y melancólica oscilando entre sus dos oídos y su corazón. Una playa desierta en la que el silencio trazaba ondas en el aire, rozando la espuma de las olas, que se quedaban quietas un instante antes de desvanecerse. Peso de palabras de algún ancestral poema, materializando mundos paralelos a partir de la esencia del nuestro. Maullidos de gato como bebés recién nacidos. Aullidos nostálgicos de lobos fieles al Gran Espíritu. Batir de alas de pájaros gigantes. Hombres disminuidos encerrados en cápsulas donde dormían durante siglos. Estelas invisibles de cuentos inmemoriales, como una capa húmeda sobre la parte más antigua y profunda de las almas perdidas.

La música, la música, esa música hipnótica que no cesaba nunca, que sensibilizaba los nervios como si fueran a romperse de un momento a otro... Así le encontraron, inconsciente, tumbado sobre el sendero, con la ropa empapada de rocío y los labios muy pálidos. Cuando abrió los ojos ya nunca fue el mismo. Veía lo que nadie veía. Oía lo que los demás tardarían 7 días en oír. Unos le llamaron el idiota, otros el loco, otros el profeta, otros el poeta. Pero todos lo hacían en voz baja y temerosa, como si rozaran con desagrado, al referirse a él, el propio tacto frío y blando de una vieja piel de serpiente, desprendida desde hacía mucho tiempo, con el universo desplegado en sus dibujos misteriosos. Sobre todo cuando en la piel no existían...”




4 comentarios:

MP dijo...

La Santa Compaña
-Mago de Oz-Cuando al atardecer
Los últimos rayos del Sol
Jugueteaban a esconder
Las luces y el color
Del bosque del perder

Algo se empieza a mover
Algo a lo lejos se ve

La lluvia hacía del mar un rumor
Y el dios de las sombras se instalaba
La reina de la noche acudió
Su majestad La Luna, viene acompañada
De una procesión de almas en pena

Portadores de luz
Rosas en un ataúd

Al frente dicen ver
A un vivo con una Cruz
Pues necesitan de él
Para llevar la muerte
A quien les pueda ver

No abras a nadie mujer
No hasta el amanecer

Si los oyes llegar
Y tu alma quieres salvar
Un oráculo dibuja ya
Métete en él, reza
Y no escuches su voz

La muerte te hará creer
Que soy yo,
"Cielo, ábreme"

MP dijo...

Tarei, esa santa compaña está muuuuuuuuuy descafeinada eh, no mete susto ni na. Aunque diré que sí, no sea que se ofusque la Santa Compaña. Y hablando de cositas curiosas de la tierra en que habitaron los celtas, una vez me contaron que en Galicia las casas se construían en alto para impedir la entrada de los espíritus porque éstos no podían subir escaleras y de este modo no accedían a la vivienda, ea espíritu burlón a esperar al fulanito hasta que salga, ahí a la intemperie y con lo que llueve pa dos pulmonías por lo menos.
Y...Digo yo, que una copita a la puerta podrían dejar, más que nada por el cabreo con el que el paisano en cuestión encontrará al alma en pena a la salida de visitar, jejeje estos gallego/as que cosas "ten"

Tarei dijo...

no le pida usted peras al olmo, que con lo cansadiña que estoy hoy, esta entrada debería valer x2...pero bueno, risa no da, no?? eso es lo que importa....


lo de las casas en lo alto, no sabía nada (paradójico que Mu sepa más que la Eu de la Ga)...pero bueno, yo vivo en un valle (en el del Ulla), así que no me preocupan los remedios antiCasper...jejeje

isa59 dijo...

Tarei, uffffffffffffffff Menudo escalofrío me subió por la espalda... al recordar cuando de niña escuchaba (a escondidas) esas historias que contaba mi abuela ,mientras elaboraba las "broas de pan de millo",y las metía en el horno de piedra..... Una que siempre recuerdo, es la que hacía referencia a un paisano ,al que al nacer, el sacerdote al bautizarlo se había confundido y lo ungió con el oleo de los difuntos . A raiz de eso, de adulto, tuvo la facultad de ver con sus ojos la aparición de la " Compaña".Decía que al final de ella siempre iba un cojo que se iba quedando para trás. Ese, era el próximo difunto del pueblo!!!.... Ahora que lo pienso, uhmmmmmmmmmmmmmm, será de ahí que proviene eso de que.... " no falta nunca un cojo en una procesión" ?? jajaja...... ¡¡MUACS !!.