Había una vez un molinero que tenía tres hijos. Cuando el molinero murió, les dejó sus pocos bienes en herencia. Al mayor le tocó el molino; al segundo, le dio un mulo de carga; y al tercero, sólo un gato. (¡Un gaaato! Pues sí, solamente un gato). El hermano pequeño se quedó bastante sorprendido: ¿Qué voy a hacer con un gato? Un molino podía moler grano. Un mulito podía cargar. Pero un gato... ¿Qué podía hacer un gato, aparte de cazar ratones?
El tercer hermano no sabía qué hacer con su gatito así es que decidió visitar al hada viejuna que vivía al otro lado del cercado del arce. La casa del hada viejuna, antes llamada hada juvenalis, era blanca como la nieve chilena rematada con un tejado irlandés; las ventanas estaban decoradas con las últimas fantasías del diseñador de moda entre las hadas: Pertigadino. Predominan los motivos arábigos con toque indio. Pero volvamos a centrar nuestros gran ojo en el tercer hermano y su gato. Anda, pero si ya está dentro de la casa (esto suele pasar, siempre hay algo que el ojo humano no capta, por algo será, ¿no es cierto?).
-Hada viejuna, tengo un gran problema- dijo el tercer hermano.
-¿Un gran problemas tienes?- el hada viejuna preguntó.
-Sí, noble hada. Mi padre ha dejado a mi cargo un gato y no sé qué hacer con él- respondió tercer hermano.
Hada viejuna pensó durante dos noches y tres días, en tiempo terrenal dos segundos mal contados, al terminar de pensar miró al hermano que hacía el número tres pronunciando estas palabras:
- A) ¡Eureka!, pues que trabaje para la televisión.
- B) ¡Eureka! Preséntale a Mercedes Milán.
- C) ¡Eureka! Obedece a tu gato, ya verás, cosas ocurrirán, con una princesa te casarás.
- D)¡Eureka! Enseña a escribir a tu gato y luego que escriba en un blog blableando sobre grandes hermanos.
- ¿Cuál será la elección correcta?- se preguntaba el tercer hermano.
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¿Qué opináis? Va,va, una ayudita. ¿Cómo terminarías el cuento, eh?

















